jueves, 17 de marzo de 2016

Cecilia Podesta - Canción de amor de María

Fotografía de Esteban Leyton

Canción de amor de María

(de Oraciones, canciones y maldiciones de mujeres impuras)



Los hombres que me amaron saben de la facilidad que tengo
para destruir una mañana.


Saben que duermo con la boca abierta
Despidiendo hasta la última luz que intenté robar de sus cuerpos
Y que poco obtuve.


Los hombres que me amaron saben como es el hilo mi llanto
y el terco caer de mi baba
lo escucharon al dejarme
y algunas veces y como una maldición
quizá los descubre intentando la nostalgia vana
y pueden volver a oírlo como una canción errante
y volver a amarme y dejarme
con la misma facilidad con la que abren los ojos
para convertirme en una pieza frágil en su memoria.


ellos saben que regreso a las viejas ciudades que destruimos juntos
buscando el dolor que dejaron como cosas viejas
para que alguna vez se hallen con sorpresa
en nuestra vieja fabula
mudada a un poema tan absurdo como este.



Y saben tanto y tan poco de mi risa
también de las promesas de mi boca
de mi danza obscena y desesperada
de las construcciones edificadas sobre sus frágiles espaldas
y de los proyectos imposibles
convertidos en hermosos laberintos
entre los que fui perdiendo la razón
y perdiéndome yo
sin atarme al hilo que desprendía de sus ropas
y que podía conducirme a la salida.


Ellos saben que mis ojos no ocultan mi destino
y que he buscado inútilmente el amor en cada uno de sus cuerpos
como si fueran cajas cerradas conteniendo la molicie
de mis construcciones
o el absoluto amor ofrecido a alguien cuyos ojos eran calmos
(distintos a los míos)
alguien que guardaba en su pecho un corazón verdadero
y que no latía terco, amargo y desesperado.


Tuvieron la seguridad desde la primera vez que me desearon,
que me tendrían
que los amaría sin detenerme a pesar del rechazo
y que serían una intensa fábula
condenada desde su inicio a convertirse en tristeza solamente.
yo supe que jamás me elegirían,
siempre tuve la absoluta certeza de que los recordaría
y escribiría sobre ellos sintiéndome sabia, sola y loca
sentada sobre una silla de patas vacilantes
y arrojándolos
junto a sus nombres
al abismo escrito que toma ya de sus formas.


Y es que nunca mintieron
porque cada vez que los tuve,
cada vez que los amé deseando el cielo y gritando,
cada vez que dormí como una presa mansa,
tan desprevenida de sus ojos,
abrazada
y exhausta por ellos,
cada vez que los vi tan desnudos
con la vaga luz jugando a hacer sombras sobre sus cuerpos,
cada vez...

cada vez supe que me dejarían porque siempre pudieron oler mi cabeza.


mi cabello nunca cubrió por completo la locura que presintieron
y que nos envolvía como una neblina nauseabunda
que salía de la carne fermentada de mi cabeza
e invadía y detenía el amor como si imantara las agujas de un reloj.


Mi cuerpo nunca escondió o apresó por completo el animal insano
Y cruelmente sincero
que habita dentro y lo invade
y que habla conmigo como si estuviera vivo.
mis ojos jamás tuvieron el pudor de ocultar mi sentencia.
Y a pesar de eso,
ellos, los hombres que me amaron
dirían que soy una mujer intensa
pero la verdad es que hoy he tenido la certeza de mi locura
en el deseo de cortar mi cabeza adormecida,
o dormir al animal insano de mi cuerpo
para no saber de la sentencia que se lee en mis ojos
sin pudor alguno.
Y es que ya no soy una mujer intensa
Y esos, los hombres que nombro son sólo otra fábula
de los que tocaron mi luz como a una flama
y quemaron sus dedos
desterrándome fugazmente de sus extraños reinos
y haciendo de mí
la carne vencida que se incendia
o el humo que se escribe alrededor de la ceniza
y que es la ceniza sino el presagio de mis ojos en el espejo:
y que son mis ojos sino mi destino escrito y la sentencia:
y cual es la sentencia de esta mujer que escribe sobre el amor
como un cansado error que se reitera sino la inevitable soledad .

y donde están ahora los que me desterraron
porque tuvieron miedo de mi locura y de mi amor
sino escondidos en estas líneas vanas
conservados como viejas canciones
y es que este no es otra cosa que un poema que destruye con facilidad otra mañana
y recibe conmigo el rechazo del que va en busca de un corazón puro.



(Oraciones, canciones y maldiciones de mujeres impuras probablemente no será publicado jamás al igual que muchas de las cosas que escribo. Es un texto en el que pretendí recoger voces de mujeres locas y pecaminosas. Esta: María, no cometió homicidio como las otras, incesto o adulterio sino que terminó haciendo una simple canción sin tonada alguna)

© Cecilia Podestá

Biografía
Cecilia Podestá (Perú - Ayacucho 1981). Escritora. Estudió literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los poemarios Fotografías escritas (Premio Dedo crítico 2002) reeditado en el 2007 en Lima, Perú; La primera anunciación (2006) reeditado en Paraguay por la editorial Felicita cartonera 2010, Muro de carne (Lima, 2007), Desaparecida (2008) y Vía Crusis en Chepén (2010); las obras dramáticas Las mujeres de la caja (2003), La repisa de los juguetes vacíos y el libro de cuentos De cabeza sobre el pasto amarillo (2011). 
Ha llevado talleres de escritura creativa (dramaturgia, poesía, narrativa), de actuación, dirección escénica entre otros. Ha dictado talleres de creación literaria (Anexo Cárcel de Chorillos). 
Ha obtenido el premio de dramaturgia de la revista Muestra por la obra Cenizo y la mención honrosa en el concurso de libro objeto Carlos Oquendo de Amat, por El libro de cera. Presentó la performance Yo no soy un costo de guerra en el Centro cultural de España, 2011. 
Ha participado en encuentros nacionales e internacionales de escritores, ferias de libro y seminarios, también como ponente. Dirige el sello editorial Tranvías editores. Artículos suyos en prensa cultural pueden leerse en www.dinosauriosdelaton.lamula.pe


Fuente: Cecilia Podesta


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